El diseño surrealista, originario del movimiento que nació en las artes visuales en la década de 1920, trajo a los hogares una filosofía de encontrar en el «irracional» un sentido para la existencia, además de un toque de humor. Quien jugó con esta mezcla fue el propio Salvador Dalí quien, en el cuadro Rostro de Mae West (1934-1935), en el que el pintor, obsesionado con la actriz del mismo nombre, transformó su rostro en un ambiente completo, utilizando partes de su anatomía como piezas de mobiliario. A partir de este cuadro, Studio 65 creó en 1970 el sofá Bocca, una de las piezas de diseño más icónicas del siglo pasado.
Aún en las décadas de 1930 y 1940, el surrealismo tomó más fuerza en el diseño, a través del trabajo de artistas y diseñadores como Piero Fornasetti, Meret Oppenheim, Man Ray, Le Corbusier, entre otros, quienes buscaban crear obras, esculturas y piezas a partir de materiales encontrado al azar.
En las décadas siguientes, el estilo se extendió por toda América, que encontró en el surrealismo un nicho rentable que podía ser recreado en serie. Ray y Charles Eames, Isamu Noguchi, Pedro Friedeberg, incluso los más contemporáneos como Ingo Maurer, Hermanos Campana, Studio Front bebieron de la fuente del inconsciente exteriorizado para dar vida a varias obras icónicas.
Hoy, a moda se ha aprovechado del movimiento surrealista en su apogeo, como es el caso de la maison Schiaparelli, que de la mano del director creativo Daniel Roseberry ha resurgido como un icono de los inicios del movimiento, tan devoto y conocido mundialmente por su fundadora Elsa Schiaparelli. En diseño y decoración, figuras y piezas surrealistas dan un toque de humor, sensualidad y personalidad a proyectos firmados por diferentes profesionales.