Brasil marca una fuerte presencia en la Expo 2025 Osaka, en Japón, con un pabellón que es al mismo tiempo obra arquitectónica, manifiesto sensorial e invitación a la reflexión. Instalado en la isla artificial de Yumeshima, donde se celebra la exposición universal entre abril y octubre de 2025, el espacio brasileño apuesta por una experiencia inmersiva para mostrar al mundo un país conectado con la naturaleza, la cultura y la innovación.
Nada más entrar, el visitante es impactado por la arquitectura de tonos dorados que simboliza el sol, la energía vital y la renovación. El proyecto, desarrollado por ApexBrasil con el apoyo del Sebrae, ocupa cerca de 1 000 m² divididos en dos bloques. La construcción está realizada con materiales naturales como madera y bambú, reforzando el compromiso con la sostenibilidad, no solo en el contenido, sino también en la forma.
Pero es al entrar en el pabellón cuando la experiencia realmente comienza — y es allí donde la escenografía cobra protagonismo. Con curaduría y dirección de Bia Lessa, la ambientación fue pensada para conducir al visitante por un recorrido sensorial, donde cuerpo y mente son atravesados por estímulos visuales, sonoros, táctiles y simbólicos. La propuesta de la artista no es simplemente exhibir Brasil, sino provocar una vivencia: un estado de percepción alterado por el arte, la naturaleza y la urgencia de nuestro tiempo.
Al inicio del recorrido, el público es invitado a vestir parangolés, en clara referencia a la obra del artista Hélio Oiticica. Estas capas coloridas, hechas con tejidos fluidos, no son simples vestuarios: forman parte de la experiencia. Al usarlas, los visitantes dejan de ser meros observadores y pasan a integrar la propia escena. La ropa transforma el cuerpo en performance, y el caminar por el espacio se convierte en un ritual. Es el Brasil del gesto, del movimiento, de la libertad creativa: una forma poética de disolver las fronteras entre obra y público, entre arte y vida.

El eje central de esta experiencia es la instalación «Caída del Cielo», compuesta por unas 80 estructuras inflables suspendidas del techo. Forman una especie de bosque aéreo invertido que remite al libro homónimo del chamán yanomami Davi Kopenawa. Al caminar por este espacio, el visitante tiene la sensación de que el cielo está a punto de caer — una metáfora poderosa del desequilibrio ambiental y social que atraviesa el mundo. La escenografía, en este sentido, no es meramente decorativa: provoca incomodidad, genera asombro y propone reflexión.
Este bosque invertido está envuelto por sonidos de viento, cantos de pájaros, ruidos de agua y música, creando un paisaje sonoro que sumerge al público en una atmósfera viva. El uso de iluminación difusa y dinámica refuerza la idea de transición, pasaje y movimiento. Todo allí es simbólico: desde las texturas que remiten a la selva, hasta los elementos flotantes que parecen respirar junto al espacio. Es una invitación a desacelerar y escuchar, en un mundo cada vez más saturado de estímulos.


Junto a la fuerza escénica, el pabellón también presenta la potencia emprendedora, turística y gastronómica del país. Degustaciones de café, castañas y caipiriña, exposiciones sobre destinos turísticos, eventos culturales y espectáculos forman parte de la programación. Durante la Semana de Brasil, realizada entre el 20 y el 28 de junio, el espacio se transformó en escenario de manifestaciones artísticas y mesas de diálogo, reforzando la diversidad y la creatividad brasileñas.
Desde los primeros días de la Expo, el pabellón ha atraído la atención de miles de visitantes. Solo en las primeras cinco horas de funcionamiento, recibió casi 2 000 personas. Y el promedio diario ya supera los 10 000 visitantes, un indicativo del interés global por Brasil, pero también de la fuerza emocional del recorrido sensorial propuesto.
Parte de un circuito mayor, que incluye el impresionante «Gran Anillo», una estructura de madera de más de 2 km reconocida como la mayor del mundo, el Pabellón de Brasil ocupa un lugar de destaque al proponer un encuentro entre ancestralidad, arte y futuro.