Fundada en 1919 en la ciudad de Weimar, Alemania, por Walter Gropius, la Bauhaus fue un movimiento revolucionario que redefinió las relaciones entre arte, arquitectura, artesanía e industria. En un contexto de posguerra y efervescencia política, la propuesta de Gropius era radical: romper con la jerarquía entre las bellas artes y las artes aplicadas, promoviendo la unión entre forma y función. Creía que el diseño debía ser funcional, accesible y orientado a satisfacer las necesidades reales de la sociedad. La idea de que todo artista también debía ser un artesano —y viceversa— guió la formación multidisciplinaria de la Bauhaus, donde disciplinas como arquitectura, pintura, escultura, tipografía, diseño de muebles, fotografía y teatro se encontraban en un currículo integrado.
La escuela rápidamente se convirtió en un centro de vanguardia, atrayendo a profesores y estudiantes que hoy son íconos del arte moderno. La pedagogía de la Bauhaus apostaba por la experimentación, el trabajo colectivo y el aprendizaje práctico. Rompía con el modelo académico tradicional, proponiendo una enseñanza basada en talleres donde la teoría y la práctica se entrelazaban. Este enfoque dio lugar a una estética funcional, geométrica y desprovista de ornamentos, que influyó profundamente en la arquitectura moderna y el diseño industrial.
Este pensamiento integrado también transformó la forma de proyectar espacios: en la Bauhaus, la arquitectura y el mobiliario se concebían simultáneamente. Forma y función nacían juntas, buscando la máxima eficiencia en el uso de los ambientes. Los muebles no eran pensados como elementos decorativos posteriores, sino como parte del propio proyecto arquitectónico. Así, también se desarrollaron nuevos materiales y técnicas de fabricación que hicieron que los muebles fueran más resistentes, cómodos y livianos, capaces de atender tanto las necesidades prácticas como estéticas de la vida moderna.
A pesar de su corta existencia, la Bauhaus dejó una huella que aún resuena. Y visitar el lugar donde todo sucedió es una experiencia transformadora. La diseñadora Carolina Vitola, de Impress Brasil, quien visitó recientemente la sede de la escuela en Dessau durante la feria Interzum, compartió sus impresiones sobre esta vivencia: “Como diseñadora, siempre estudiamos la escuela Bauhaus, el movimiento, su importancia como punto de partida en la historia del diseño. Pero estar allí fue realmente muy emocionante.” Según ella, la estructura moderna del edificio, las líneas rectas, la escalera posicionada de forma casi poética frente a la vista exterior, todo contribuye a una percepción mucho más vívida que cualquier clase o libro podría ofrecer. “Me encantó el sistema de ventanas basculantes; fue como tener un contacto real con la línea del tiempo de la creación de las cosas”, contó.
Al visitar las Casas de los Maestros —residencias creadas para los profesores de la escuela—, Carolina se impresionó con la aplicación práctica del diseño en lo cotidiano: “asas abiertas, con soluciones de mobiliario totalmente pensadas para el uso práctico, como el pasaplatos entre el comedor y la cocina, y el MOP… pensaba que era un producto muy actual, y fue inventado en la Bauhaus alrededor de 1925.” Este tipo de descubrimiento arroja nueva luz sobre la innovación del período y muestra cómo la escuela estaba adelantada a su tiempo. Para Carolina, lo más impactante fue comprender cómo muchas veces vemos un sistema o producto y no lo relacionamos con la época ni con los recursos disponibles en ese momento para su creación.
La visita al Museo de la Bauhaus completó la experiencia. Allí fue posible ver estudios sobre ergonomía, dirección de la luz, tipografías, sistemas, materiales y la integración entre arte y funcionalidad. Pudimos ver bocetos, dibujos técnicos, esbozos, prototipos, sin mencionar la cantidad enorme de piezas de diseño firmadas que solo vemos en libros o réplicas —y poder observarlas en persona fue muy especial”, relató.Para ella, quedó clara la práctica pura del diseño que une arquitectura, diseño industrial y artes manuales en un solo movimiento. Y concluye: “Me impresionó mucho la contemporaneidad de las piezas y sistemas en general. Fue una gran oxigenación de creatividad y motivación para seguir interesándome cada vez más por la profesión, en esa forma más pura e impresionante que la Bauhaus dejó como legado.»En Brasil, el impacto del movimiento puede observarse claramente en la obra de Oscar Niemeyer, especialmente en el uso expresivo del hormigón armado, las formas geométricas simples, la integración con el entorno y la valorización del blanco como color principal —características que marcaron el Plan Piloto de Brasília, proyectado por Lúcio Costa y ejecutado por Niemeyer. También es posible reconocer esta herencia en proyectos como el MASP, de Lina Bo Bardi, quien al elevar la estructura del edificio con pilotis y pensar soluciones integradas de mobiliario, demostraba el mismo espíritu de síntesis entre arquitectura, diseño y función.

Incluso después de más de un siglo, el espíritu de la Bauhaus sigue vigente. Su influencia se manifiesta en objetos, muebles, edificios e interfaces digitales que llevan los principios de la simplicidad, funcionalidad y belleza accesible. Y para quienes tienen la oportunidad de recorrer sus escaleras, observar sus detalles arquitectónicos y sumergirse en los archivos de su producción original, la comprensión de este legado deja de ser teórica para convertirse en una experiencia profundamente sensorial, inspiradora e inolvidable.